Fidel Trias en la iglesia de Bellaterra, 1958 En el pintor sabadellense Fidel Trias Pagès tenemos el ejemplo indiscutible de un hombre que dedicó toda su vida al arte, de una manera apasionada y autoexigente. Su vocación artística se manifiesta muy pronto: realiza su primera exposición en 1942.

La Guerra Civil le obliga a interrumpir durante unos años una carrera que ya empezaba a dar frutos bastante maduros como para anunciar una solidez, un rigor y un oficio que se irían consolidando hasta su muerte, tristemente prematura.

Fidel Trias en la iglesia de Bellaterra, 1958 Aquella primera exposición, celebrada en la Acadèmia de Belles Arts de Sabadell, fue también el inicio de una estrecha vinculación con esta entidad, de la que se convirtió en uno de sus miembros más activos en épocas especialmente críticas para la supervivencia de la institución.

Al principio, su pintura se compone básicamente de retratos, motivos florales, paisajes y bodegones, unos temas que recuperará en los últimos años de su vida.

El año 1952 marca la incorporación en su obra de la temática religiosa, que irá adquiriendo protagonismo hasta constituir el grueso principal, y quedará plasmada en una serie de obras murales, que se inicia en la capilla del Santísimo Sacramento de Sant Feliu del Racó y tiene su punto álgido en el conjunto de la iglesia sabadellense de sant Oleguer.

La concepción que Fidel Trias tenía del arte mural puede quedar brevemente ilustrada por sus propias palabras:

Una pintura mural debe ceñirse a la forma del fragmento de recinto que recubre. El plano de un muro, el accidente de una ventana, la curva de un arco, la concavidad de una bóveda... Debe estar estructurada dentro de unos ritmos de arquitectura [...], renunciando a las ilusiones de la perspectiva y respetando el plano de la pared.

Pero todo esto no es nada, es tan sólo empezar, plantear. El acierto, el momento feliz, se da -si se da- después, gratuitamente, muy de vez en cuando y en medio de horas de trabajo.

- Fidel Trias

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